Trabajos de Prehistoria 80 (1)
enero-junio 2023, e13
ISSN: 0082-5638, eISSN: 1988-3218, ISSN-L: 0082-5638
https://doi.org/10.3989/tp.2023.12328

Reseñas de libros

Book reviews

Arturo Ruiz Rodríguez

Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica, Universidad de Jaén

https://orcid.org/0000-0002-7992-872X

arruiz@ujaen.es

Margarita Gleba, Beatriz Marín-Aguilera y Bela Dimova (eds.). Making cities, economies of production and urbanization in Mediterranean Europe, 1000–500 BC. McDonald Institute for Archaeological Research, 2021. Disponible en: Apollo ‒ University of Cambridge Repository. DOI: https://doi.org/10.17863/CAM.76133

Pentesilea es uno de los lugares descritos por Marco Polo en Las ciudades invisibles de Italo Calvino. Incluye el autor este espacio urbano imaginado en un capítulo dedicado a la metáfora de la ciudad continua; un núcleo que crece en sucesivos actos de topofagia urbana, deglutiendo todos los espacios que encuentra en su expansión, hasta tal punto que el protagonista, Marco Polo, se pregunta angustiado al final del texto: “fuera de Pentesilea, ¿existe un fuera?” (Calvino, 1998, p. 165Calvino, I. (1998). Las ciudades invisibles. Ediciones Siruela. Madrid.). Es una metáfora perversa del crecimiento urbano, que contrasta con la tradición evolucionista que desde V. G. Childe ha mostrado el desarrollo de la ciudad como un indicador de civilización.

No obstante, al margen del interés del debate, cito el caso de Pentesilea porque la topofagia urbana, aunque sin llegar al extremo de la metáfora de Calvino, define una de las diferencias esenciales entre, por citar un ejemplo, la macroaldea calcolítica de Marroquíes Bajos y el oppidum protohistórico de Puente Tablas, a partir del s. VI a. n. e. Ambos están en Jaén, y ambos son espacios nucleados, extensos en tamaño y con significativa población, pero distintos en su estructura espacial y paisajística. Me refiero a la presencia/ausencia de lugares de naturaleza transformada en el núcleo urbano, las parcelas de trabajo agrícola, integradas en el asentamiento calcolítico, y ausentes en la traza urbana protohistórica, en la que los espacios agrarios quedan más allá de los límites de la fortificación.

Es importante valorar que este proceso de segregación espacial se produce en la Protohistoria mediterránea junto a dos hechos: de una parte, la nucleación poblacional en torno a los centros urbanos que, en ocasiones como el citado caso del oppidum de Puente Tablas, llegó a aglutinar durante los ss. V-III a. n. e. toda la población de su entorno. Es en este proceso cuando se produce la invención de una nueva planificación de los espacios intramuros, basada en un urbanismo economizador del espacio, que emplea instrumentos como la casa cuadrangular, la manzana, la calle y la plaza. Esto produce trazados urbanos capaces de integrar el aumento demográfico que provoca la nucleación. El segundo factor a considerar es que el espacio urbano es ahora quien impone, con su proyección amenazante sobre los demás paisajes, la identidad del grupo residente, forjándose la territorialización de la identidad en la que las relaciones de vecindad desplazaron progresivamente las relaciones genealógicas. A ello contribuye de manera destacada la construcción de los límites urbanos de la fortificación, que definen sin duda la defensa del grupo, pero sobre todo define los valores simbólicos de su identidad territorial. No es ajeno al hecho el significativo número de referencias simbólicas y míticas que se producen en las puertas de las fortificaciones, los lugares liminales más débiles del sistema.

En definitiva, no se propone que exista un único modo de vida, pero sí que desde el núcleo urbano se desarrollan formas fagocitadoras que articulan el sistema expansivo del modo de vida urbano. Dicho de otro modo, donde dominan los espacios transformados y modificados (Godelier, 1990Godelier, M. (1990). Lo ideal y lo material. Madrid: Taurus Humanidades.), se crean nuevos espacios construidos, artesanales, necrópolis, caminos, etc. que cambian los paisajes del otro lado de la fortificación de la ciudad.

Este es el marco de casos, locales y regionales, estudiados en Making cities. Se añade además un nuevo factor, pues se pretende definir cómo se hace la ciudad desde fuera de la ciudad, el papel que juega un asentamiento en relación con otros en su contexto regional. El viejo concepto de relación macroespacial que es capaz de fijar el grado de jerarquía entre los núcleos de una misma entidad político-territorial.

Hasta aquí he tratado de caracterizar las bases del nacimiento de la ciudad protohistórica, que es el primer objetivo de la obra y que, con diferentes lecturas, está presente en la mayor parte de los artículos. En la primera parte, en Grecia, se recogen ocho casos de norte a sur del ámbito continental, entre Tesalónica y Atenas, además de la Isla de Creta; llega hasta el otro extremo geográfico de la koiné mediterránea, en la península ibérica que, en la tercera parte del volumen, muestra cuatro casos regionales, tres iberos y uno post-tartésico. A ellos se suma un caso en Cerdeña, otro en el sur de Francia y un tercero en la fase de Hallstatt, en Alemania. En términos geográficos, la segunda parte añade también once casos del Mediterráneo central, todos en la península itálica. La mayor parte de ellos corresponde al área nuclear etrusca, a lo que se añade un caso de Sicilia.

El volumen no plantea el nacimiento de la ciudad solamente en términos conceptuales y de manera genérica. La base de la reflexión en Making cities es un segundo horizonte discursivo que trata de definir la articulación entre modo de vida urbano y modo de producción (preferentemente tributario en el tiempo protohistórico). En este marco se fijan las relaciones entre los grupos sociales y la naturaleza productiva “industrial”, y es aquí donde se localiza el análisis más significativo de la propuesta teórica. Aunque esta pretende ceñirse cronológicamente a la primera mitad del I milenio a. n. e., se alarga en el tiempo a la segunda mitad del mismo, sobre todo en los casos más occidentales del Mediterráneo. Se trata de un espacio teórico que P. Schmitt-Pantel en las conclusiones define como actividad económica, entendida en sentido amplio. Las coordinadoras de esta edición proponen centrarla en la producción artesanal en general, aunque, con buen criterio por su grado de novedad, muestran preferencia por la producción textil y su contribución a la definición de la ciudad. En este marco es inevitable que los estudios seleccionados abarquen cuestiones tan distantes como el uso de las tierras de cultivo o la especialización artesanal, pero sobre todo que se valore el surgimiento y la consolidación de las élites.

Los enfoques hacen patente la desigualdad que desarrollan los grupos aristocráticos residentes en el núcleo urbano en relación al resto de la sociedad, ya sea esta clientela, artesanos especializados o incluso las propias relaciones intrafamiliares de género y edad, todo ello siguiendo la participación de cada sector social en los procesos productivos y en los sistemas de circulación de los productos.

Los trabajos de Making cities inciden en la definición de las relaciones de producción de los tres sectores industriales más destacados en la sociedad protohistórica. El primero es la producción textil, minusvalorada en la historiografía, al ser doblemente invisible por el carácter perecedero de su materialidad y por ser un trabajo femenino, desarrollado sobre todo en un marco doméstico. Esto contrasta con la metalurgia y la alfarería, actividades dotadas de espacios propios especializados y segregados. Incluso entre ellos hay distinciones espaciales significativas, ubicándose en lugares integrados en el núcleo urbano (como ocurre con los talleres metalúrgicos) o fuera de estos (en el caso de la alfarería).

Así, lugares, transferencia de conocimiento, división del trabajo entre grupos sociales y especialización artesanal se constituyen, como indican las editoras de la obra, en puntos de reflexión para valorar el proceso de creación de la identidad ciudadana. Tampoco olvidan la conexión con las áreas de captación de materias primas, la reconstrucción de las cadenas productivas y la variedad de agentes, externos o no al núcleo, que participan en los procesos productivos.

Queda por último resaltar la articulación de los circuitos de distribución de los productos ya acabados, sobre todo a través del doble circuito que establecen los modelos económicos aristocráticos. Por una parte, los propios de las economías redistribuidoras, sobre todo productos comunes característicos de los sistemas tributarios. Por otra parte, los productos segregados a través de circuitos de dones, de un lado los regalos que inauguran/refrendan las relaciones patrono-cliente, y de otro, los productos de mayor calidad y prestigio, que caracterizan los circuitos de dones y contradones entre aristócratas, con los que se sellan las políticas de alianzas.

Para concluir, de todos los casos de estudio ofrecidos en Making cities, nos quedamos con los del área ibérica de la península. Se trata de una selección acertada, por cuanto se contraponen dos ejemplos nucleares de desarrollo de la ciudad (Cataluña costera y el valle del Júcar), con un modelo de poblamiento celular en la desembocadura del Ebro. En este último caso, no se llegó a alcanzar el nivel de ciudad, aunque sí se desarrolló un modo de vida urbano, al constituirse el núcleo director, S. Jaume (Alcanar, Montsià, Tarragona) en sede distribuidora de la circulación de productos manufacturados procedentes de las factorías fenicias. Indudablemente este modelo pudo haberse desarrollado como núcleo urbano, si bien fracasó pronto. Le faltaron dos ingredientes para que cuajara la ciudad. De una parte, la nucleación interclasista, pues la población no aristocrática desarrolló su vida en un núcleo aldeano diferenciado, la Moleta del Remei. De otra parte, en S. Jaume no hubo desarrollo productivo “industrial”, lo que fosilizó exclusivamente su función como vertebrador de la circulación. Los otros dos modelos se definen como nucleares, pues caracterizaron casos de poblamiento con oppidum-ciudad, aunque desde procesos diferenciados. El primero de ellos es el de la Cataluña costera, donde las unidades políticas se sostuvieron en entidades étnicas (indiketes, layetanos o cessetanos), aunque con distribución jerarquizada de oppida. El segundo se corresponde al área norte contestana, donde se localiza el oppidum de La Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia) objeto principal del estudio. Hubiera sido bueno que en el texto se hubieran incluido más referencias al patrón de asentamiento para establecer que hay jerarquía entre oppida, sin que exista una estructura étnica que esté políticamente activa. Es esta diferencia lo que distingue básicamente el modelo valenciano del caso nuclear de Cataluña.

He dejado para el final mi reflexión sobre la propuesta de Ruiz Gálvez de analizar la sociedad ibérica desde la perspectiva del concepto de maison o “Casa” de Lévi-Strauss. Comenzaré diciendo que me parece atractivo abrir un debate en el estudio de las sociedades protohistóricas, a partir de estructuras sociopolíticas como linajes gentilicios o “casas”, para aproximarnos a los mecanismos que marcan el paso entre las sociedades basadas en el parentesco genealógico y las que abren nuevas relaciones dominantes como la vecindad y/o territorialidad o como dice Gillespie (2011)Gillespie, S. D. (2011). “El modelo de la ‘casa’ en la estructura política maya”. En: Izquierdo, A. L. (Ed.). El despliegue de poder entre los mayas. Nuevos estudios sobre la organización política. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Mayas. sobre prácticas relacionales. Ruiz Gálvez localiza y contrapone las sociedades de parentesco y las sociedades con Estado, queriendo destacar que la sociedad de casa no corresponde ni a una ni a otra, lo que le lleva a negar que sea asociable a una sociedad de clases. En realidad, no todas las sociedades de clases (y pienso en los linajes gentilicios), se estructuran bajo formas de Estado, del mismo modo que conviene recordar que Lévi-Strauss leyó la presencia de la estructura de casa tanto en sociedades segmentarias como en sociedades de clase: “especialmente en Europa, y entre la nobleza, cuyo modelo (la ‘casa de Borbón’, etc.) me guió inevitablemente” (Lamaison y Lévi Strauss, 1987, p. 34Lamaison, P. y Lévi Strauss, C. (1987). “La notion de maison , entretien avec Claude Lévi-Strauss par Pierre Lamaison”. Terrain, 9: pp. 34-39. DOI: https://doi.org/10.4000/terrain.3184). No se ha de olvidar tampoco el papel de la sociedad de casa en los estados fuertes o débiles que Gillespie (2011)Gillespie, S. D. (2011). “El modelo de la ‘casa’ en la estructura política maya”. En: Izquierdo, A. L. (Ed.). El despliegue de poder entre los mayas. Nuevos estudios sobre la organización política. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Mayas. analizó entre los mayas. En definitiva, las ocho reglas que expone Ruiz Gálvez para distinguir la sociedad de casa del linaje gentilicio, se reducen considerablemente con estas lecturas, siendo la única diferencia realmente no compartida entre las dos instituciones (no pretendo sostener, ni mucho menos, que se trate de estructuras semejantes) el carácter patrilineal o cognaticio, respectivamente, de gens y casa. Hacemos notar que el linaje gentilicio no es una estructura de sangre sino, como propone Peroni (2004)Peroni, R. (2004). “Culti, comunità tribali e gentilizie, caste guerriere e figure di eroi e principi nel secondo millennio in Italia tra Europa centrale ed Egeo”. En: Marzatico, F. y Gleirscher, P. (Eds.). Guerrieri, principi ed eroi. Fra el Danuvio e il Po, dalla Preistoria all’Alto Medievo. Trento: Temi, pp. 161-173., una agrupación de familias nucleares jerarquizadas, sostenidas ficticiamente o no por el parentesco y basadas en formas de filiación patrilineal. En esta perspectiva, no son necesariamente incompatibles con los modelos cognaticios como ha demostrado M. Harris (1990)Harris, M. (1990). Antropología Cultural. Madrid: Alianza Editorial., y confirman otros autores como Godelier (1997)Godelier, M. (1997). “Nueva Guinea”. En: Bonte, P. e Izard, M. (Eds.). Diccionario Akal de Etnología y Antropología. Madrid: Akal, p. 528. o Loring (2001)Loring, I. (2001). “La familia en la Edad Media”. En: Iglesia Duarte, J. I. de la (Ed.). XI Semana de Estudios Medievales. Nájera, 31 de julio-4 de agosto de 2000. Nájera: Instituto de Estudios Riojanos, pp. 13-38.. Leduc en su lectura de la sociedad de casa, en un modelo gentilicio reconocido como es la sociedad homérica, defiende la cohabitación entre el concepto de gens y de “casa”, si bien propone el desdoblamiento de esta última en dos fases: la Casa discreta y la Casa clásica (Leduc, 1991Leduc, C. (1991). “¿Cómo darla en matrimonio? La novia en Grecia siglos IX-IV a.C.”. En: Schmitt-Pantel, P. (Ed.). Historia de las mujeres en Occidente, I. La Antigüedad. Madrid: Taurus Ediciones, pp. 251-316.). En todo caso, el debate abre la importancia de estas estructuras de transición para valorar el nacimiento de la ciudad protohistórica y el desarrollo de la desigualdad social.

A estos hechos, contradictorios del discurso de Ruiz Gálvez, se suma su lectura globalizadora de los iberos, que huye de territorios políticos diferenciados y de secuencias y fases en el proceso histórico, para quedar en una única etapa de seis siglos. Esto provoca que una tumba femenina como la de la Dama de Baza, que representa el modelo social propio de las fases de dominio gentilicio del s. V-IV a. n. e. de los iberos del sureste, se constituya en un paradigma de toda la secuencia histórica de los iberos y de todos sus territorios. Este discurso simplifica los resultados del largo trabajo de investigación que los iberistas han desarrollado desde los años ochenta del siglo pasado.

BIBLIOGRAFÍA

Calvino, I. (1998). Las ciudades invisibles. Ediciones Siruela. Madrid.

Gillespie, S. D. (2011). “El modelo de la ‘casa’ en la estructura política maya”. En: Izquierdo, A. L. (Ed.). El despliegue de poder entre los mayas. Nuevos estudios sobre la organización política. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Mayas.

Godelier, M. (1990). Lo ideal y lo material. Madrid: Taurus Humanidades.

Godelier, M. (1997). “Nueva Guinea”. En: Bonte, P. e Izard, M. (Eds.). Diccionario Akal de Etnología y Antropología. Madrid: Akal, p. 528.

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Leduc, C. (1991). “¿Cómo darla en matrimonio? La novia en Grecia siglos IX-IV a.C.”. En: Schmitt-Pantel, P. (Ed.). Historia de las mujeres en Occidente, I. La Antigüedad. Madrid: Taurus Ediciones, pp. 251-316.

Loring, I. (2001). “La familia en la Edad Media”. En: Iglesia Duarte, J. I. de la (Ed.). XI Semana de Estudios Medievales. Nájera, 31 de julio-4 de agosto de 2000. Nájera: Instituto de Estudios Riojanos, pp. 13-38.

Peroni, R. (2004). “Culti, comunità tribali e gentilizie, caste guerriere e figure di eroi e principi nel secondo millennio in Italia tra Europa centrale ed Egeo”. En: Marzatico, F. y Gleirscher, P. (Eds.). Guerrieri, principi ed eroi. Fra el Danuvio e il Po, dalla Preistoria all’Alto Medievo. Trento: Temi, pp. 161-173.