Trabajos de Prehistoria 80 (2)
julio-diciembre 2023, e23
ISSN: 0082-5638, eISSN: 1988-3218, ISSN-L: 0082-5638
https://doi.org/10.3989/tp.2023.12337

Sobre las sociedades concretas de la periferia septentrional argárica: a propósito de la propuesta de Peres y Risch y algunos de sus problemas

On the specific societies of the northern Argaric periphery: regarding the proposal by Peres and Risch and some of its problems

Francisco Javier Jover Maestre

Instituto Universitario de Arqueología y Patrimonio Histórico (INAPH). Universidad de Alicante

https://orcid.org/0000-0001-5213-2361

javier.jover@ua.es

Juan Antonio López Padilla

Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ)

https://orcid.org/0000-0002-1506-4731

japadi@diputacionalicante.es

Cómo citar este artículo/Citation: Jover Maestre, J. y López Padilla, J. A. (2023). “Sobre las sociedades concretas de la periferia septentrional argárica: a propósito de la propuesta de Peres y Risch y algunos de sus problemas”. Trabajos de Prehistoria, 80 (2): e23. DOI: https://doi.org/10.3989/tp.2023.12337

CONTENIDO

En un momento en el que el manejo de las nuevas tecnologías y técnicas ocultan la necesaria prioridad de las teorías en ciencia, y en el que los yacimientos arqueológicos están dejando de ser documentos con los que proponer representaciones históricas para convertirse en casos de estudio valorados exclusivamente por su monumentalidad o capacidad de representación de los grupos sociales dominantes, todo parece indicar que la arqueología lleva camino de convertirse en arqueometría arqueográfica. En este proceso, fomentado por la ideología dominante capitalista, están jugando un papel fundamental los grupos editoriales privados, ya que son ellos los que deciden sobre lo que es admisible publicar en las principales revistas de impacto científico, espacios de difusión en los que es necesario participar si pretendes consolidarte como investigador/a o aspiras a conseguir fondos de financiación. Por esta razón, es de enorme valor y admiración que todavía se realicen trabajos de investigación como el que aquí tenemos la ocasión de comentar. Marcelo Peres y Roberto Risch nos presentan, teniendo como base el análisis de un conjunto heterogéneo de yacimientos y materiales del ‘Bronce Antiguo’ –2200-1550 a. n. e.– de los territorios situados al norte de El Argar, una propuesta de explicación histórica sobre qué tipo de relaciones socioeconómicas y políticas pudieron establecerse entre ambos. Por un lado, El Argar, sociedad considerada de forma monolítica, de carácter clasista inicialmente y estatal a partir de 1800 a. n. e. Y, por otro, el resto de posibles sociedades o comunidades, ampliamente distribuidas desde los montes de Toledo y La Mancha occidental, hasta las costas mediterráneas del este peninsular, para las que reclaman superar las historicistas etiquetas de ‘áreas culturales’ propuestas en la investigación entre 1960 y 1980 tales como ‘Bronce Valenciano’, ‘Cultura de Las Motillas’, entre otras.

A estas últimas se las considera comunidades singularmente enrocadas, en parte fortificadas y atomizadas, consecuencia de las potenciales relaciones de dominación impuestas por la primera. A las características topográficas y constructivas de los yacimientos, analizadas en un trabajo anterior de 2022 en Trabajos de Prehistoria, se añade ahora un exhaustivo análisis económico de los instrumentos y evidencias productivas con el objeto de “evaluar el papel centro-periferia en el desarrollo social” de El Argar frente al espacio territorial en estudio. Tratan de indagar cualitativa y cuantitativamente en las fuerzas productivas de las comunidades periféricas a El Argar, generando una base de datos con un gran número de indicadores materiales a los que se les atribuye directamente, sin contar con datos de su contexto específico e historia funcional, su posible utilidad. Esta atribución plantea, a nuestro juicio, un primer espacio de controversia, particularmente en el caso de algunos instrumentos de trabajo –hachas de piedra, láminas de sílex, puntas, cuchillos de metal– para los que se considera que también pudieron ser usadas como armas o “medios de violencia no especializada”. Con este mismo criterio, muchos otros artefactos pudieron cumplir igualmente esta función, desde mazas a mazos, percutores, guijarros o esferoides líticos, por otra parte muy comunes en el registro arqueológico argárico. El problema estriba, por tanto, en que con la ausencia de datos sobre el contexto y sin estudios de funcionalidad, el elenco de objetos que potencialmente pueden emplearse para la violencia es demasiado amplio.

La correlación de diversas variables mediante la aplicación de técnicas estadísticas posibilita a los autores observar tendencias y establecer posibles diferencias significativas en cuanto a la representatividad de las distintas actividades productivas, a través de la presencia o ausencia de artefactos, la distribución geográfica de medios de producción, la correlación entre medios de producción y formas de asentamiento, y las pautas generales de producción. Dichas tendencias parecen indicar que entre las poblaciones más cercanas a El Argar se constata un reparto similar de prácticas de producción metalúrgica y consumo de objetos de metal, mientras que entre las comunidades más alejadas se dio una menor presencia de objetos metálicos y de evidencias de producción eboraria. La conclusión es que tanto los metales como el marfil en bruto serían proporcionados a estas comunidades por El Argar. De igual modo, los datos también parecen incidir en que las poblaciones más próximas al territorio argárico desarrollarían prácticas agrícolas con una orientación fundamentalmente cerealista –supuestamente por imposición argárica–, no observada de forma tan clara entre las poblaciones más alejadas, donde la caza y la ganadería –a pesar de documentarse básicamente silos en el llano– cobrarían mayor peso en sus bases económicas.

Todo ello les permite a Peres y Risch inferir ‘tensión y conflicto social’ entre El Argar y su ‘periferia’, justificado en el interés de El Argar por imponer unas relaciones de explotación sobre las comunidades de La Mancha y el Levante, con el objetivo de extraer excedentes –en especial cerealístico–, o bien mediante apropiación directa, o bien mediante intercambio asimétrico. La atomización y el enrocamiento detectado en la franja periférica de El Argar serían formas de resistencia y huida frente a la presencia y dominio argárico.

Sin duda, el ímprobo esfuerzo de recopilación y análisis de datos, así como la sugerente propuesta interpretativa son de agradecer. Ahora bien, cabe indicar que se aproxima a la que ya propusimos y venimos defendiendo desde hace años, aunque difiera sustancialmente de esta en la capacidad expansiva y coercitiva atribuida a El Argar. Hace ya casi tres décadas en la tesis doctoral de uno de nosotros –FJJM–, en relación con el ‘Bronce Valenciano’ ya se argumentaba que se trataba de una entelequia (Jover, 1999, pp. 56-68 Jover Maestre, F. J. (1999). Una nueva lectura del “Bronce Valenciano”. Alicante: Universidad de Alicante.). También se concluía, después de un exhaustivo análisis de indicadores directos e indirectos sobre las prácticas económicas materializadas en contextos, que existían suficientes argumentos de relevancia como para considerar a El Argar como una sociedad clasista inicial, al tiempo que los argumentos de relevancia en la esfera de los modos de trabajo y modo de vida de las entidades del Levante –en línea con los utilizados por Peres y Risch– apuntaban a que, en apariencia, no lo eran, aunque sí lo serían en cuanto partes de la totalidad social a la que pertenecían. Concluíamos indicando que “nuestro objeto de estudio deben ser las entidades sociales concretas que son parte de una totalidad social. No podemos continuar trabajando contemplándolas como organismos aislados (…) la posibilidad de que El Argar fuese una sociedad de clases se ha considerado exclusivamente desde el supuesto de una explotación intrasocial. Sin embargo, creemos que podría ser igualmente viable considerar el surgimiento de sociedades clasistas mediante una explotación intersocial. La enajenación del plusproducto de una comunidad por otra se podría efectuar a través de un intercambio asimétrico. Es el caso de la necesidad de metal y de otros productos requeridos por la sociedad del Prebético meridional valenciano y que serían adquiridos mediante intercambio con El Argar. Por tanto, se podría considerar un balance producción-consumo desequilibrado a favor de El Argar, que se apropiaría del plusproducto de las primeras” (Jover, 1999, p. 181 Jover Maestre, F. J. (1999). Una nueva lectura del “Bronce Valenciano”. Alicante: Universidad de Alicante.). El establecimiento de unas relaciones de explotación intersocial sería la vía más fácil para la enajenación del plusproducto, ya que el intercambio asimétrico entre comunidades con distintos grados de desarrollo social se antoja como el principal medio de soslayar la firme resistencia de las relaciones de reciprocidad consustanciales en las sociedades tribales. Por tanto, como ya hemos venido exponiendo en más de 25 años de trayectoria investigadora, el motor sería la necesidad de metal y de otros productos requeridos por las sociedades periféricas de El Argar lo que facilitaría a este último la apropiación de los plusproductos generados.

Ambas propuestas, con sus matices, son posibles e incluso compatibles en varios aspectos. Nuestra propuesta ha sido suficientemente desarrollada a lo largo de nuestra trayectoria investigadora y no corresponde aquí detallarla ni confrontarla con esta. Se trataría aquí, con el reducido espacio disponible, de señalar algunas cuestiones que el trabajo de Peres y Risch nos sugiere y que podrían servir para matizarlo. Estas son de diverso orden de importancia y magnitud, teniendo en cuenta que se trata de un estudio ‘macro’ o global en cuanto al volumen de información manejada.

1. LA NECESARIA EVALUACIÓN CRÍTICA DE LA INFORMACIÓN GENERADA

Es muy loable aunar una gran cantidad de información para intentar respaldar una propuesta de orden sociológico. Pero en un trabajo de tal magnitud creemos imprescindible evaluar cómo ha sido creada la información reunida para ponderar su calidad en relación con la historia de la producción científica generada a lo largo del siglo XX. Se debe tener en cuenta que la posibilidad de concretar fases arqueológicas en muchos de estos territorios ha sido muy reciente, por lo que los datos provenientes de publicaciones anteriores a los 1990 requieren ser evaluados críticamente. A modo de ejemplo, en el caso del área levantina, la ‘Edad del Bronce’ ha sido un ‘saco sin fondo’ donde cabía casi cualquier tipo de yacimiento localizado en tareas de prospección, desde cuevas a yacimientos calcolíticos en llano, o incluso paleoandalusíes en altura por el simple hecho de documentar algunos fragmentos cerámicos a mano mal catalogados. Sin olvidar la enorme dificultad para diferenciar por fases dentro de lo que denominamos ‘Edad del Bronce’, que lleva a que bastantes yacimientos del Bronce Tardío-Final sean considerados como antiguos. En cualquier caso, sí es importante resaltar que buena parte del registro material de muchos de los asentamientos excavados total o parcialmente no han sido publicados, obviándose, por ejemplo, las grandes cantidades de molinos, macrolíticos y otros elementos materiales de enorme importancia en los resultados de este trabajo.

2. LOS TIPOS DE BASURA ARQUEOLÓGICA

Con independencia de la cantidad de datos con que se cuente, a la definición del tipo de depósito arqueológico del que proceden las evidencias materiales debe añadirse la evaluación de los procesos deposicionales y las transformaciones postdeposicionales que pudieron afectarles, como medio de ponderar la calidad del registro. A modo de ejemplo, las basuras depositadas en los campos de silos del interior peninsular además de secundarias, y muchas de ellas resedimentadas y alteradas, son generadas de forma intencional, frente a los contextos de abandono programados, que suelen contar con basuras primarias, y, sobre todo, a las basuras de facto no intencionales, documentadas en los niveles de incendio de numerosos yacimientos de la Edad del Bronce. Las posibilidades de representación de determinados objetos en atención a los tipos de basura generada difieren sustancialmente. Que las mayores cantidades de metal y marfil se hallen en espacios en altura donde se materializó un incendio y no en silos amortizados, donde se arrojan desperdicios de forma controlada, es lo que muestran las tendencias estadísticas. Pero también que determinados objetos de barro se conserven o no en función de si se han cocido o calentado como es el caso de las pesas de telar. Si no se tiene en cuenta esta cuestión, las tendencias estadísticas de representación de artefactos entre los yacimientos con uno u otro tipo de contexto pueden variar ostensiblemente.

3. YACIMIENTOS COMO ASENTAMIENTOS

Se da por hecho que los 1.445 yacimientos censados son asentamientos. Pero si de algo han servido las excavaciones efectuadas en los últimos años es en evidenciar que una parte de los pretendidos asentamientos de pequeño tamaño –en el Levante y La Mancha oriental los yacimientos inferiores a 400 m2 son más del 60 %– no serían estrictamente tales, sino establecimientos complementarios en la gestión del territorio y de la actividad efectuada por toda comunidad campesina de base agropecuaria. Sus características topográficas, constructivas y su repertorio material permiten considerar que algunos funcionasen como refugios – Cerro de los Purgaticos (Canyada, Alicante)–, otros como cobertizos –Cabezo de Polovar occidental (Villena, Alicante)– e incluso, otros como núcleos de carácter logístico –Barranco Tuerto (Villena, Alicante)–. No valorar este aspecto también distorsiona las tendencias observadas estadísticamente.

4. LAS FORMAS DE ALMACENAMIENTO

El almacenamiento es una de las prácticas más importantes y necesarias en la sostenibilidad de las comunidades campesinas en estudio. De forma estricta, estas prácticas no se pueden limitar a considerar que “mientras las grandes vasijas de almacenamiento están presentes en todo el territorio, en el interior continua la tradición calcolítica del almacenaje en silos”. Cabe señalar que en muchos de los poblados del Levante y de La Mancha oriental en los que hemos tenido la suerte de excavar –La Horna (Aspe, Alicante), Cerro de El Cuchillo (Almansa, Albacete), Cabezo Redondo (Villena, Alicante), Polovar central (Villena, Alicante), Terlinques (Villena, Alicante)– han sido documentados silos para el almacenamiento de grano, todos ellos publicados. Pero más relevante es que en otros de pequeño tamaño como Gorgociles del Escabezado II (Jumilla, Murcia) fue registrada la existencia en una de las habitaciones de un troje para grano y leguminosas, con una capacidad de almacenamiento de más de 2.000 kg y 600 kg respectivamente. Curiosamente las necesidades de alimentación anual de un grupo de unas 20-25 personas, lo estimado para este asentamiento. Aunque todavía escasos, los trojes también han sido documentados en otros yacimientos de la Edad del Bronce como Puntal del Llops (Olocau, Valencia). Tampoco hay que olvidar la importancia y uso de sacos o capazos de estiba de esparto, bien documentados en Terlinques. Ni tampoco qué bajo la denominación de grandes vasijas de almacenamiento, existen diversas capacidades muy alejadas, por cierto, de los tamaños registrados en El Argar. Nuestra experiencia nos lleva a considerar que en el Levante los silos y los trojes serían los espacios habituales de almacenamiento en grupos domésticos amplios estables, mientras que las vasijas de gran tamaño, y los sacos, estarían en las áreas de trabajo y despensa para cubrir las necesidades de consumo a corto plazo.

5. ENROCAMIENTO, FORTIFICACIONES Y ATOMIZACIÓN DEL POBLAMIENTO

Una de las principales conclusiones del estudio de Peres y Risch es que las comunidades al norte del espacio social de El Argar se vieron obligadas a escoger una estrategia de dispersión territorial y enrocamiento de sus espacios de hábitat, incluyendo la construcción de fortificaciones, como medio de resistencia ante la presión coercitiva de la sociedad argárica. Desde nuestro punto de vista, sin embargo, esta propuesta no explica satisfactoriamente una serie de aspectos del registro que entendemos contradictorios. Ciertamente, en la zona levantina no se ha documentado todavía ningún asentamiento de la Edad del Bronce emplazado en el llano, sobre terrazas fluviales, y buena parte están situados sobre crestones rocosos, en cimas de promontorios a veces a gran altitud. Sin embargo, no es menos cierto que también hay un conjunto nada desdeñable de yacimientos que se sitúan sobre pequeñas lomas, ubicados en los fondos de valle, lo que de algún modo obliga a matizar el concepto de enrocamiento que se aplica aquí. También creemos que debe matizarse la idea de una fortificación generalizada de los asentamientos, ya que los cintos de piedra perimetrales documentados cumplen en esencia una función como muros de carga, aterrazamiento y cierre del espacio habitado, y la atribución bibliográfica a estos como ‘murallas’ fue creada en la tradición investigadora por comparación con otras zonas y no por conocimiento directo de sus características reales. En cualquier caso, la ocupación de cimas de cerros y promontorios y la construcción de fortificaciones no habría podido tener aquí, al menos en origen, relación con El Argar, ya que en el área del Levante peninsular su aparición en el registro arqueológico se dio con anterioridad, durante la fase campaniforme. Los casos del Peñón de la Zorra (Villena, Alicante) o la Mola d’Agres (Agres, Alicante) son suficientemente elocuentes en este sentido. Pero lo que resulta más curioso de la propuesta de Peres y Risch es que el mismo modelo de poblamiento ‘enrocado’ que en la periferia argárica se justifica como resultado de una estrategia planificada para sustraerse al control efectivo de El Argar es también el que caracteriza al propio patrón de asentamiento de las comunidades argáricas, sin que se argumente una razón que explique adecuadamente este hecho. De la lectura del texto se desprende que, en el caso de los territorios periféricos, a este ‘enrocamiento’ le acompañó una acusada atomización y dispersión de la población, como una estrategia complementaria a la anterior. Sin embargo, el poblamiento en las tierras del Levante y Prebético ya estaba atomizado con anterioridad a la Edad del Bronce. Las poblaciones calcolíticas precampaniformes ocuparon los fondos de los valles de forma incluso aún más dispersa, en núcleos de distintos tamaños, situación que solo cambiaría durante la fase campaniforme, cuando además de pequeños asentamientos en los fondos de valle aparecieron los primeros emplazamientos en altura, una situación que, además, se mantendría con posterioridad al 1550 a. n. e. De hecho, podría decirse que la atomización del poblamiento en las tierras del norte de Alicante ha sido una constante a lo largo de toda la Historia, llegando incluso a la actualidad. Por tanto, la atomización, desde nuestro punto de vista, es una característica habitual de organización en sociedades campesinas segmentarias, en las que los linajes dominantes no tienen todavía la capacidad de nuclearizar a la fuerza de trabajo. En ese sentido, la fragmentación y el pequeño tamaño de las unidades de poblamiento en la franja periférica de El Argar no se explicarían tanto como una respuesta exitosa ante la pulsión expansiva argárica como una expresión de su propio modelo de organización sociopolítica, que con ostensibles diferencias en su escala y en otros evidentes aspectos, también compartió, hasta cierto punto, la propia sociedad argárica.

No deseamos concluir sin hacer nuevamente hincapié en el extraordinario valor de este trabajo, sobre todo, por la oportunidad que abre al debate sereno y a la confrontación constructiva de proposiciones explicativas de un proceso histórico cuya comprensión resulta imposible, como muy bien entendieron claramente los autores, desde un marco de estudio que no abarque su completo escenario o totalidad social (Jover, 1999, p. 181 Jover Maestre, F. J. (1999). Una nueva lectura del “Bronce Valenciano”. Alicante: Universidad de Alicante.): un amplísimo territorio que al menos incluyó a todo el cuadrante centro-meridional del este peninsular.

BIBLIOGRAFÍA

Jover Maestre, F. J. (1999). Una nueva lectura del “Bronce Valenciano”. Alicante: Universidad de Alicante.